ORÍGENES OTOMÍES.
En mi opinión, la historia de un lugar debe ser contextualizada para ubicarla en tiempo y espacio para permitir a quienes la conozcan comprender de mejor manera su significado e importancia. Por ésta razón, en lugar de simplemente aportar datos y fechas en que ocurrieron tales o cuales acontecimientos, iniciaré por dar un panorama general del entorno del paisaje dentro del cual surge Teoloyucan.
Para ubicarnos de manera correcta en el estudio de nuestro pasado, comenzaremos con analizar el espacio geográfico de Teoloyucan, el cual está comprendido dentro de la denominada zona centro de la región llamada MESOAMÉRICA, término acuñado por el arqueologo Paul Kirchhoff; se trata de una macroregión cultural con una gran diversidad étnica y ligüística que comparte algunos rasgos característicos que permiten diferenciar a los pueblos incluídos en su territorio, de los vecinos de otras macroregiones que los circundaban, dichas características son, entre otras muchas: la agricultura del maíz, el uso de dos calendarios (uno ritual de 260 días y otro civil de 365 días), los sacrificios humanos y la organización estatal de las sociedades.
En éste contexto, me centraré específicamente en el área central, particularmente en la llamada CUENCA DE MÉXICO, lugar de asentamiento de las primeras aldeas organizadas.
Territorio de Mesoamérica.
Como resultado de la comparación de piezas de cerámica originarias de Teoloyucan, he concluído que la primera cultura que eligió éste sitio para su asentamiento definitivo fué de orígen Otomí, probablemente alguno de los grupos Tlatilcas que emigraron hacia el Noroeste de la Cuenca de México y se asentaron en las laderas sur de la loma de Teoloyucan, concretamente en el Barrio de Tlatenco, junto a los ríos y arroyos que confluyen por la compuerta.
Es destacable al comparar las piezas de cerámica más antiguas encontradas en Teoloyucan, la similitud que guardan con las de Tlapacoya, Coapexco y Tlatilco, consideradas las primeras aldeas de grupos organizados en la cuenca de México, y con rasgos otomíes influenciados por grupos olmecas.
Esta similitud, nos aporta indicios acerca de la probabilidad de que Teoloyucan fuera uno de los primeros sitios que grupos organizados de humanos, eligieron para vivir, abandonando su vida de cazadores-recolectores y dando paso a la formación de las primeras aldeas.
La presencia del hombre en lo que hoy conocemos como América, data según los especialistas, con certeza, de aproximadamente 10,000 años, con probabilidades (aún no comprobadas) de 30,000. El poblamiento paulatino de la Cuenca de México es posible ubicarla alrededor de 2500 a.C. y fueron grupos de cazadores-recolectores (también llamados nómadas) quienes la exploraron primeramente. Alrededor de 2400 a.C. esos grupos comienzan a incrementar el número de integrantes y adoptan la agricultura de temporal y el almacenamiento de semillas como prácticas de supervivencia, además de la caza menor , despojándose de sus hábitos nómadas y adquiriendo rasgos de sedentarismo, como la construcción de casas y vasijas de barro para almacenar granos. A este período se le ha dado en llamar período Formativo o Preclásico.
El paisaje de la zona en aquella época, distaba mucho del que actualmente conocemos, el sitio era un gran lago de aguas someras (de poca profundidad), que se comunicaba con otros grandes lagos de la región para conformar la CUENCA DE MÉXICO, misma que incluía los lagos de APAN, TOCHAC, TECOCOMULCO (en el actual estado de Hidalgo), ZUMPANGO, XALTOCAN, TEXCOCO, XOCHILMILCO Y CHALCO, con una superficie calculada en 9,600 Km2. Las condiciones ambientales de la cuenca, sirvieron como polo de atracción para que las primeras aldeas se asentaran de foma definitiva en sus alrededores, la abundancia de especies silvestres tanto de los lagos como de sus alrededores, los fértiles terrenos que la circundaban y el clima agradable, propiciaron el sedentarismo y la práctica de la agricultura, como alternativa a las actividades de caza y recolección; de esta manera, la provisión de alimento se aseguraba para la supervivencia de las aldeas.
La Cuenca de México con los 9 lagos que la conformaban.
Construcción de las primeras unidades políticas. Tomado de Sanders et. al. (1979) y modificado por mí.
En estas condiciones, podemos imaginar como sería la vida de estos primeros pobladores, formadores de una comunidad lacustre, combinada con actividades de agricultura, caza y recolección, y con una división del trabajo, rasgo principal de organización de estas pequeñas comunidades. Estudios de tipo glotocronológicos (método léxico-estadístico), arqueológicos y étnicos, nos arrojan información acerca del probable orígen de estos grupos y la mayoría de ellos apuntan al grupo otomiano, es decir, a los Otomíes, llegados del Golfo y con rasgos de influencia Olmeca, a ellos se les atribuye la domesticación de por lo menos 3 cultivos básicos aún hoy en la dieta del Mexicano: maíz, chile y calabaza.
No hay registro escrito de la historia de los Otomíes que nos refieran lo sucedido en éste período, es probable que sus libros o códices hayan sido destruídos ya sea por los nahuas durante su etapa de hegemonía o bien por los frailes católicos durante el período de evangelización posterior a la conquista de México-Tenochtitlan, si subsisten en cambio, algunos códices novohispanos que dan cuenta del pasado remoto de este grupo, tales como el Códice de Huichapan, el Códice de Tepexi y Oztlalpan , sin embargo, los estudios que se han realizado hasta la fecha, aún no son suficientes para una interpretación completa que nos permita conocer con amplitud su historia, desde su asentamiento hasta su conquista. En lo único en lo que se ponen de acuerdo la mayoría de quienes los han estudiado, es en su altísima importancia en el cambio y posterior desarrolo cultural y su influencia inclusive entre los Teotihuacanos, habiendo incluso quienes afirman que fueron ellos los verdaderos artífices de la creación de esta, considerada una de las culturas más influyentes el altiplano y de la construcción de su majestuosa ciudad.
Pirámide del Sol en Teotihuacan.
En opinión de arqueologos, para el estudio de las culturas Mesoamericanas carentes aún de escritura, se requiere de dos elementos indispensables: la estratigrafía (estudio de la superposición de capas de estratos de la tierra en el terreno, con una finalidad arqueológica) y el estudio detallado de la cerámica.
La estratígrafía requiere de excavaciones controladas, asistidas por especialistas que permitirán conocer partes de nuestro pasado, que dejaron huella en el terreno, como erupciones volcánicas, inundaciones, sequías, entierros humanos, restos arqueológicos, etc., además de aproximarnos a etapas o fechas de los acontecimientos. Lamentablemente, en Teoloyucan no han habido excavaciones de éste tipo, carecemos de estudios por parte del INAH que nos permitan conocer con certidumbre la historia no escrita de nuestro pueblo.
En cuanto a la cerámica, ésta se ha utilizado en la arqueología como una herramienta de carácter cronológico y como indicador de filiación cultural; es generalmente aceptado que el barro cocido se comenzó a utilizar en el Preclásico temprano, tanto para fabricar vasijas como figurillas. La fragilidad y el peso de los utensilios de barro, los hace inapropiados para poblaciones nómadas, por lo que se infiere que la cerámica comienza a manufacturarse por poblaciones que se han vuelto sedentarias. La cerámica es uno de los materiales más abundahntes en sitios arqueológicos, a pesar de su fragilidad, sus restos se conservan bien y a partir de estos, se pueden deducir formas, estilos, acabados y decoraciones, que resultan particulares de ciertas poblaciones y permiten diferenciarlas de otras.
En Teoloyucan, existen piezas de cerámica en propiedad de particulares, que a pesar de no provenir de excavaciones controladas (con presencia de arqueólogos) y con aplicación de técnicas científicas para su correcto análisis e interpretación, nos permiten vislumbrar indicios de nuestro pasado, nos dan pistas de quienes pudieron haber habitado este sitio, de las culturas que se asentaron en esta tierra y de su antigüedad. Mucho de mi trabajo depende principalmente del estudio de estas piezas, que generosa y desinteresadamente sus poseedores me han permitido ver y en algunos casos fotografiar, estos restos de barro cocido tienen una historia que contarnos y nos resultará sumamente interesante.
La gran semejanza de la cerámica hallada en Teoloyucan, con la localizada en sitios como TLAPACOYA, COAPEXCO Y TLATILCO, consideradas como las primeras aldeas en la cuenca de México, sustentan mi hipótesis de que es probable que simultaneamente o quizás apenas un poco después de éstas últimas, Teoloyucan haya sido ocupado por un grupo humano organizado.
Los rasgos de estas piezas de cerámica han sido asociados a la cultura Otomí, una de las más antiguas en asentarse en la Cuenca de México, aunado al hecho de que se han localizado vestigios de adoratorios o pequeños templos ubicados en las alturas de los cerros circundantes a Teoloyucan como Santa Cruz del Monte y Cerro de las 3 cabezas (costumbre de pueblos Otomíes), el hecho comprobado de que los pueblos aledaños (y también Teoloyucan) tuvieron antes de sus nombres nahuas un nombre Otomí, y por último, testimonios escritos del Siglo XVI, como las Descripciones del Arzobispado, indican que aquí había mayoría de hablantes Otomíes, nos dan evidencias acerca del orígen de nuestra gente. Somos pues orgullosamente descendientes de Otomíes, también llamados hñähñu, excelentes tejedores y fabricantes de vistosas prendas de vestir, valientes guerreros, admirados y emulados incluso por los Mexicas y poseedores de uno de los primeros calendarios prehispánicos.
Esta es nuestra cultura madre, la originaria y primigenia de la cual descendemos, cuya lengua lamentablemente ha sido casi completamente olvidada por quienes nacimos aquí, pese a ser una de las más importantes y con mayor número de hablantes en el territorio Mexicano.
La estratígrafía requiere de excavaciones controladas, asistidas por especialistas que permitirán conocer partes de nuestro pasado, que dejaron huella en el terreno, como erupciones volcánicas, inundaciones, sequías, entierros humanos, restos arqueológicos, etc., además de aproximarnos a etapas o fechas de los acontecimientos. Lamentablemente, en Teoloyucan no han habido excavaciones de éste tipo, carecemos de estudios por parte del INAH que nos permitan conocer con certidumbre la historia no escrita de nuestro pueblo.
En cuanto a la cerámica, ésta se ha utilizado en la arqueología como una herramienta de carácter cronológico y como indicador de filiación cultural; es generalmente aceptado que el barro cocido se comenzó a utilizar en el Preclásico temprano, tanto para fabricar vasijas como figurillas. La fragilidad y el peso de los utensilios de barro, los hace inapropiados para poblaciones nómadas, por lo que se infiere que la cerámica comienza a manufacturarse por poblaciones que se han vuelto sedentarias. La cerámica es uno de los materiales más abundahntes en sitios arqueológicos, a pesar de su fragilidad, sus restos se conservan bien y a partir de estos, se pueden deducir formas, estilos, acabados y decoraciones, que resultan particulares de ciertas poblaciones y permiten diferenciarlas de otras.
En Teoloyucan, existen piezas de cerámica en propiedad de particulares, que a pesar de no provenir de excavaciones controladas (con presencia de arqueólogos) y con aplicación de técnicas científicas para su correcto análisis e interpretación, nos permiten vislumbrar indicios de nuestro pasado, nos dan pistas de quienes pudieron haber habitado este sitio, de las culturas que se asentaron en esta tierra y de su antigüedad. Mucho de mi trabajo depende principalmente del estudio de estas piezas, que generosa y desinteresadamente sus poseedores me han permitido ver y en algunos casos fotografiar, estos restos de barro cocido tienen una historia que contarnos y nos resultará sumamente interesante.
La gran semejanza de la cerámica hallada en Teoloyucan, con la localizada en sitios como TLAPACOYA, COAPEXCO Y TLATILCO, consideradas como las primeras aldeas en la cuenca de México, sustentan mi hipótesis de que es probable que simultaneamente o quizás apenas un poco después de éstas últimas, Teoloyucan haya sido ocupado por un grupo humano organizado.
Los rasgos de estas piezas de cerámica han sido asociados a la cultura Otomí, una de las más antiguas en asentarse en la Cuenca de México, aunado al hecho de que se han localizado vestigios de adoratorios o pequeños templos ubicados en las alturas de los cerros circundantes a Teoloyucan como Santa Cruz del Monte y Cerro de las 3 cabezas (costumbre de pueblos Otomíes), el hecho comprobado de que los pueblos aledaños (y también Teoloyucan) tuvieron antes de sus nombres nahuas un nombre Otomí, y por último, testimonios escritos del Siglo XVI, como las Descripciones del Arzobispado, indican que aquí había mayoría de hablantes Otomíes, nos dan evidencias acerca del orígen de nuestra gente. Somos pues orgullosamente descendientes de Otomíes, también llamados hñähñu, excelentes tejedores y fabricantes de vistosas prendas de vestir, valientes guerreros, admirados y emulados incluso por los Mexicas y poseedores de uno de los primeros calendarios prehispánicos.
Esta es nuestra cultura madre, la originaria y primigenia de la cual descendemos, cuya lengua lamentablemente ha sido casi completamente olvidada por quienes nacimos aquí, pese a ser una de las más importantes y con mayor número de hablantes en el territorio Mexicano.
Representación de un guerrero Otomí.
Los Otomíes introdujeron la agricultura al Altiplano Mexicano
Aúnque no me es posible precisar desde cuando se decidió imponerle un nombre a nuestro pueblo, si puedo asegurar que éste primer nombre fué CHUXPHONE, y su pronunciación es JUSHFONE. Es de orígen Otomí, y viene a corroborar lo que antes he explicado con respecto a nuestros orígenes. Existen 3 fuentes documentales que comprueban éste hecho, 2 de finales del Siglo XIX (1890 y 1895) y el más antíguo del Siglo XVIII (Ca. 1770). En cuanto a su significado, aún está en estudio, la complejidad del Otomí antíguo es grande, no hay similitud con el que actualmente se habla en la región, sin embargo, con la colaboración de al menos 2 catedráticos universitarios, expertos en ésta lengua, pronto lo conoceremos y veremos si guarda similitud con el de su actual nombre (de origen nahua) y del cual por cierto me declaro en desacuerdo. El significado del nombre nahua de Tehuilloyocan no es el que nos han querido imponer, un estudio paleográfico hecho recientemente ha demoostrado el error en que hemos vivido desde hace algunos años. Del glifo toponímico de nuestro pueblo y de su verdadero significado, hablaré más adelante.
CERÁMICA ORIGINARIA DE TEOLOYUCAN
Posible representación en barro cocido de un chamán, o de una deidad. Presenta rasgos antropomorfos con técnicas de incisión.
Su manufactura burda, supone una gran antiguedad.
Su manufactura burda, supone una gran antiguedad.